La Odisea de Ulises

1
Abro los ojos. La luz me ciega. Los cierro.
2
Poco a poco voy subiendo mis párpados, los abro lentamente y dejo que el sol toque mis pupilas.
3
Un nirvana azul se dibuja ante mí. ¿Las puertas del paraíso? ¿Estoy muerto?. Mi cuerpo no reacciona. Acostado en el suelo. Inmóvil.
4
Dos grandes ojos me observan. Su mirada es fría, como el acero.
5
Muevo levemente la cabeza. No consigo ver a nadie. Sólo el cielo azul y esa palmera que no se me hace desconocida. Mi cuerpo sigue lejos de moverse…
6
Una voz me llama: “Ulises, Ulises”. Oigo, así que supongo que no estoy muerto.
7
El olfato parece funciona y me confirma que, efectivamente, no estoy muerto. Un olor familiar, una mezcla de mar, sal y pescado, me dice que estoy cerca del puerto.
8
Poco a poco mi memoria se despierta con los ecos de una extraña bebida y siento como si alguien hubiera golpeado mi cabeza. Seguro que no fue una cerveza… vagamente, recuerdo un sabor maravilloso, dulce. Licor de loto. Dicen que quien lo bebe, olvida todo. Doy fe de ello.
10
Intento incorporarme. Pero mis articulaciones son torpes y me traicionan. Todo me da vueltas y veo borroso. Las náuseas acompañan este esfuerzo titánico por centrarme y volver a la realidad.
9
Ráfagas de imágenes vienen a mi mente y danzan libremente por ella. Dos bellos rostros. Las sirenas. Una atracción profunda e intensa. Recuerdo sus cantos…
11
Su insistencia para que nos perdiéramos en aquel paraíso. Placeres exóticos. Frutos prohibidos. Creí volverme loco. De nuevo la oscuridad se cierne sobre mí. Cierro los ojos.
12
Otra sucesión de imágenes me desborda. Brebajes, substancias, pócimas, venenos, drogas… se entrelazan.
13
Con una mujer, Circe, la hechicera. Una bella y seductora flor que embrujó a mis amigos con su afrodisíacos poderes. Todos a sus pies, como lobos hambrientos.
14
Extraña dama. Insólito lugar. No recuerdo cómo llegamos hasta allí, mis visiones se diluyen en una naturaleza química, llena de simbología y grabados, y mi mente se pierde en esquinas y recovecos de ilusiones mágicas.
15
Formas y colores. Brillos y luces. Circe me tenía en sus garras. Hermosa Circe.
16
Había que desaparecer. Salir rápido, veloz. Huir en ese monstruo de hierro. Mi recuerdo se pierde en túneles oscuros.
17
Intento hacer memoria. Mi mente se ve atormentada por reminiscencias de un faro y su luz, ahora apagada hasta que lo envuelva la noche. Noche que también lleva mi cuerpo. Y lo consume sigilosamente.
18
Entre recuerdo y recuerdo he logrado levantarme, aunque tambaleante. Y las palmeras ya no son el espectro de un paraíso… ya no son dioses dibujados en el cielo, ahora se erigen verticales a mi lado, firmes, protegiendo el muro de un palacio. Consigo dar pequeños pasos. Mis piernas responden y poco a poco empiezo a caminar hasta llegar a una pequeña entrada.
19
Junto a ella el retrato de un hombre da la bienvenida a todo aquel que se atreve a entrar al fortín. Su rostro me es familiar. Su perfil. Su sonrisa irónica. Sus facciones, algo me dice que no somos desconocidos el uno del otro. Pero, ¿quién es? ¿el dueño del palacio? ¿su Rey?
21
Sigo caminando silenciosamente por un pasillo. Por fin llego a una gran sala de techos altos y abovedados, cuya única decoración son dos lámparas de hierro que apenas iluminan. Sólo la luz del sol se atreve a invadir el lugar a través de dos solitarias ventanas. De repente, otro cúmulo de imágenes se apodera de mí. Es todo tan familiar… Me detengo. Me apoyo en la fría pared.
20
La amnesia me da tregua durante unos minutos y el objeto de mi viaje se hace claro y lúcido. Ante lo reconocido, las lágrimas se abren paso e inundan mis ojos, los sentimientos se imponen al olvido: Penélope y Telémaco. Mi mujer y mi hijo. ¿dónde están? ¿Por qué no estoy con ellos? Han muerto? Mi pueblo, mis hombres, mis mujeres. Caigo de rodillas y la rabia se apodera de mí.
22
Golpeo el suelo con los puños cerrados. Siento como si me hubieran robado los mecanismos que hacen girar mi vida. La base que sustenta mi ser, mis dos razones para poder vivir. Pero en mi interior sé que debo luchar para encontrarlos, vivos o muertos.
23
Así que me levanto, y amparado por el silencio de la mañana que despunta, salgo corriendo atravesando pasillos y claustros de hermosos pórticos.
24
Una vez en el exterior, mi respiración se tranquiliza y con ella todos mis pensamientos. Mi cuerpo se relaja y la luz de un nuevo día me dice que esta vez todo va a ser distinto.
25
La muralla altiva y poderosa ya no es mi enemiga. Sus secretos son los míos porque por fin sé quién soy.
26
Un hombre se me acerca, es Eumeo, el porquerizo. Amablemente me invita a comer en su granja y su hospitalidad ante un mendigo me deja sin palabras. ¿me habrá reconocido?
27
Una voz llama en mi interior: “Ulises, Ulises!”. Sí, ese soy yo. Ulises. Rey de Ítaca. Esposo de Penélope y padre de Telémaco. Guerrero incansable. Partí hace 20 años para luchar en la guerra de Troya y tras 20 años he vuelto a mi reino para recuperar lo que es mío.

 

Textos: Trinidad Lucea Ferrer. © 2013.

Fotografías y edición: Miquel Pastor. © 2013. Excepto Foto #10 por Alessandro Alemanni. © 2013.

Localizaciones: Eixample dret, Barri del Raval i Barri del Poble Sec (Barcelona).

© 2013. Todos los derechos de autor de las fotografías por Miquel Pastor. Excepto Foto #10 por Alessandro Alemanni.  microrrelatosvisuales@gmail.com

 

30 comentarios sobre “La Odisea de Ulises

  1. Me pareció leer «Muero levemente la cabeza». «Hermanos pórticos». Pero no, es sólo el humo y el loto de Circe.
    ¡Una micro-Odisea hipnótica, hermosa cuentista! ¿Cuándo más?

  2. Me ha gustado mucho tu relato. Hoy en día es difícil encontrar a gente con una sensibilidad como la tuya. Enhorabuena y no dejes de escribir. 😛

  3. ARTISTA!!!!!!! No me di cuenta hasta despues de haber leido el relato de que esta ‘adaptado’ a las fotos y no al contrario!

    Guardo el ejemplar de tu primer obra que me dedicaste como oro en pano. Como sigas asi de imparable lo llevo a una casa de subastas y ya me aseguro la mi jubilacion 😀 Muuuuac

Replica a Dido Cancelar la respuesta